
Los hidrolatos, también conocidos como aguas florales o aguas terapéuticas, son productos naturales que se obtienen a través de un proceso de destilación con una rica historia que se remonta a siglos atrás. Estos tesoros líquidos tienen sus orígenes en las civilizaciones de Egipto, Persia y Grecia, donde se valoraban por sus propiedades terapéuticas y su presencia en rituales de belleza e incluso en embalsamamiento.
En la antigua Grecia, Hipócrates, conocido como el padre de la medicina, ya recomendaba el uso de hidrolatos para abordar diversas dolencias. Los sabios de la época reconocían las cualidades curativas de estas aguas aromáticas.
A lo largo de la Edad Media, los alquimistas europeos continuaron experimentando con el proceso de destilación, perfeccionando la extracción de aceites esenciales y aguas florales. Durante tiempos de epidemias como la peste, los hidrolatos se empleaban como poderosos agentes desinfectantes.
El proceso de producción de los hidrolatos se basa en la destilación, una técnica que extrae los componentes volátiles de plantas aromáticas, hierbas o flores. El método más común es la destilación por arrastre de vapor, aunque la destilación por arrastre de agua también se utiliza en algunos casos.
Estas aguas terapéuticas han sido utilizadas a lo largo de la historia con múltiples fines, que van desde el uso terapéutico hasta su aplicación en la cosmética, la gastronomía y la medicina. Su versatilidad y su característico aroma las convierten en valiosas herramientas en la aromaterapia, el cuidado de la piel y la cocina, entre otros usos.
Los hidrolatos, con su rico legado histórico y su meticuloso proceso de producción, continúan siendo un recurso esencial en el mundo de la aromaterapia y el bienestar. La autenticidad que aporta su historia y su proceso de creación atrae a aquellos que buscan soluciones naturales para su salud y belleza.